La tradición constitucional dice que es dominicano
quien nace aquí, hijo de dominicanos. Esa disposición
se acoteja a los intereses políticos, se elimina la última
parte y son dominicanos los nacidos en el territorio
nacional, salvo “los hijos de extranjeros residentes en
el país en representación diplomática o los que estén
de tránsito en él”.
Somos un barco aparentemente sin rumbo, con una
tripulación displicente, llevado por el viento, con capitanes
y oficiales cuya única misión es llenar sus bolsillos con riquezas
ajenas. Se puede afirmar que nuestro quehacer histórico está atado
a la necesidad de reafirmar la nacionalidad mediante el rechazo a
fuerzas y realidades que se quieren imponer a nuestros intereses.
Los dominicanos están entre ustedes pero no son de
ustedes. Los dominicanos beben en la misma copa la
alegría y la amargura. Hacen música de su llanto y se
ríen de la música.
Los dominicanos toman en serio los chistes y hacen
chistes de lo serio. No creen en nadie y creen en
todo. ¡No se les ocurra discutir con ellos jamás! .